El ser analista: Una reflexión sobre lo que implica la figura del analista

 “¿Freud descubrió el psicoanálisis o lo inventó?”. Fue una pregunta que nos hizo el maestro en una clase de séptimo semestre. En contraposición a esto también preguntaba -Amén de que la materia no era de psicoanálisis sino acerca de las ‘orientaciones’ psicológicas- “¿Pávlov inventó el condicionamiento o lo descubrió?” Mi respuesta fue simple. Freud inventó el psicoanálisis y Pávlov descubrió el condicionamiento. El maestro, en tono de burla me dijo que estaba errado y que, en todo caso, la situación era al revés. Era claro que el maestro buscaba desestimar la terapia cognitivo conductual con este argumento que, para mi entendimiento anterior y actual es equivocado. Se debe ser demasiado obtuso para no comprender la diferencia entre un fenómeno y un método. El condicionamiento que Pávlov descubrió es un fenómeno natural y que, pasara lo que pasara sucede. Así no fuera Pávlov quien le diera un nombre, otro habría de hacerlo tarde o temprano. La domesticación del perro fue prácticamente un hecho gracias a la existencia de este fenómeno. En cambio, el psicoanálisis no es un fenómeno. Sino un método, constituido a base de conocimientos adquiridos por Freud y de un fenómeno particularísimo que, si bien, no fue descubierto por Freud, fue él quien le dio su lugar de importancia en la vida humana: El inconsciente. Por ende, el inconsciente es para el psicoanálisis, lo que el condicionamiento para la teoría conductual: el epicentro de sus formulaciones y de su método de acción. Hasta aquí termina el breve cameo de Pávlov y del conductismo en mi escrito puramente psicoanalítico.

La siguiente situación me ayuda dar apertura a mi siguiente formulación. Si el inconsciente es el fenómeno que da apertura y validez al método psicoanalítico ¿Dónde queda la figura del analista? Y ¿Por qué se es analista, y no terapeuta, o algún término parecido? Debo decir que al esto ser una reflexión puramente propia, me evitaré realizar consultas a otros autores y todo lo que diga, es solamente mi opinión sobre el tema en base a conocimientos adquiridos a lo largo de este corto, pero fructífero camino que he llevado dentro del psicoanálisis.

Para responder la primer pregunta, creo que debo primero tratar de responder ¿Qué es ser analista? La palabra por sí sola nos trae ya varios significados, pero el primer significado sería

“el que analiza” bueno, quedó listo, ya sabemos que es ser analista. Pero entonces queda otra pregunta flotando por ahí: ¿Qué se analiza? Otra vez, una pregunta que puede traer distintas respuestas, pero acotándonos al psicoanálisis diríamos que se analizan los sueños, los lapsus, los síntomas, los chistes del paciente. Aquello que Freud desglosó durante la primer década del siglo XX y que más tarde Lacan denominaría formaciones del inconsciente. También podríamos decir que se analiza el discurso del paciente. Bueno, ya respondimos esto. Entonces la pregunta inicial se traslada a otra que sería ¿Qué es ser analista en el psicoanálisis? Esta pregunta, y entrando un poco más en mi experiencia, y mi percepción del psicoanálisis. Desde mi punto de vista, el analista es quien busca desenmascarar al analizante. Y digo la palabra desenmascarar, puesto que el analizante siempre oculta su inconsciente detrás de una máscara. Esta máscara es el síntoma (o más bien, vendría a ser lo inconsciente a lo que va ligado este síntoma). Cuántas veces no he escuchado a pacientes decir “He venido porque tengo años con esta dolencia, este síntoma que ya no me es soportable” y en ocasiones pregunto ¿Por qué ahora, por qué no hace tres años? Y es justamente porque la máscara se les ha vuelto difícil de llevar encima. Frases como esta, podrían traducirse en un “vengo a que me desenmascare” Una demanda por lo demás histérica. Y ¿Es acaso el desenmascarar lo único para lo que sirve el analista? Nada más alejado de la realidad. Es quizás, el desenmascarar apenas el primer lugar al que llega el analista.

Es claro, que otra función del analista es la de crear una ficción. Con esto me refiero a que, el lugar del analista no es más que un acto, una puesta en escena. Nadie puede soportar el peso del ser-analista tanto tiempo sino es actuando el serlo. Ficcionando su lugar. Porque el analista tradicional no es humano, no actúa como humano, no habla como humano y, por último, no siente como humano. Es por esto por lo que, aun a pesar de que, como persona, el discurso de tu paciente pueda causarte rabia, tristeza. El semblante seguirá siendo el de un analista. Esto no significa que, dentro de esta ficción montada, se sea siempre frío. La calidez también puede ser parte del semblante analítico. Sin embargo, esta calidez, de nuevo, será la de un analista.


Entonces, después de todos estos pasajes sobre lo que es el ser-analista ¿Dónde queda la figura del analista? Si mi respuesta arguyera solo a lo establecido aquí, me atrevería a contestar aquí que la figura del analista se posiciona en el lugar de la ficción y desenmascaramiento. Y justamente, por esta misma puesta en escena es que el analista se vuelve una figura, una configuración y una imagen. No hay un analista, no existe. Nosotros no somos analistas, somos lugares, somos posiciones, figuras dentro de una entramada ficción que, ni siquiera responde a nosotros. Si no, más bien al fenómeno que se busca desenmascarar: al inconsciente.

Algunas delimitaciones que quizás sea preciso realizar es el hecho de que cuando hablo de desenmascaramiento no me refiero a que el analizante nos esté intentando engañar. Si bien, el analizante no es ningún inocente, él sabe exactamente lo mismo de su inconsciente o de su máscara (Aunque para efectos prácticos podemos manejarlos como sinónimos) como nosotros al instante en que cruza nuestra puerta para iniciar sus análisis. Podría decirse que quien utiliza esta máscara es el yo del paciente, pero no solo el yo, sino el apartado inconsciente de este. Aquel fragmento que no toca la conciencia y que está mayormente cercano al apartado inconsciente del analizante.

Según lo estipulado aquí, mi postura sería la del eliminar la pregunta del porqué analistas, puesto que después de esta composición, ya no tendría sentido alguno, sino, más bien, adoptar el uso ‘figura del analista’ para referirnos a lo que ultimadamente utilizamos como analista, ya que como vimos antes, no somos analistas, sino que nos valemos de esta ficción (muy emparentada con el sujeto del supuesto saber que Lacan retoma), de esta configuración, no solo creada por nosotros sino que moldeada por el analizante (para el no hay ficción, solo máscara). Y aunque ya mencionamos que el analizante no realiza una ficción, si participa en la nuestra, y justo cuando hemos podido desenmascararlo, nuestra ficción, no se rompe, no se fragmenta, solo queda frente a los ojos del analizante, quien puede dar cuenta tanto de la existencia de su inconsciente, como de la existencia de la ficción. Sin embargo, esta dar-cuenta no implica el fin del análisis, sino, simplemente el verdadero inicio de este.

Algunas conclusiones urgentes

En primeras, pido disculpas si el texto se ve un tanto inconexo en sus apartados, la idea de este texto surgió mientras me encontraba ocupado y ya para cuando pude plasmarlo, la idea más principal se había ido, sin embargo, podemos destacar algunos conceptos importantes, como la ‘figura-analista’ y el desenmascaramiento, que ya en futuras lecciones, espero podamos desentrañar más a fondo y que permeen en el mundo del psicoanálisis. También pido disculpas si el texto al lector se le apetece corto. Mi primera intención de este texto era simplemente descargar algunos pensamientos interesantes que me he formulado en base a mi formación, como en mi clínica. Espero que poco a poco todos estas concepciones y pensamientos, puedan llevarse a un plano más oficial, sin embargo, hasta entonces, quedan solo como reflexiones personales.

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